Habrás
entrado por el título. Lo habrás escuchado decir a tus padres, amigos,
hermanos, entre otros. Pero hoy no es agradable, ni despectiva, ni un insulto.
Es el lazo que socialmente se ha aceptado para encubrir al clasismo (racismo en
otras palabras), que lamentablemente en nuestro país ha evolucionado
fatalmente.
Un día
simplemente estabas tranquilo por tu casa caminando y te robaron. Vas a Facebook
y pones ‘choro de mierda’. Ya, estás molesto, son cosas que lamentablemente
pasan. Te empiezan a preguntar qué pasó y, de pura casualidad, sale la
siguiente palabra: “Un cholo de mierda fue”. Y sin darte cuenta, ya estás en esa
cadena. Me gusta decir que mi país es biodiverso, con muchas formas culturales
diferentes y fenotipos diversos, pero esto es una total mentira. La triste
realidad es que el Perú ya no se puede analizar por la calidad de su gente y
cultura, sino por clases. Si, clases, porque el Perú es un país clasista. No me
quiero detener en definir el término, sino a plantear mi propia propuesta. Es
una realidad que el ser humano busca su bienestar, y hay muchas formas para
conseguirlo. Una de estas es ser más que otros. Esta forma de ser busca una
posición privilegiada a los estándares, a costa de menospreciar el trabajo de
otros o incluso a estas mismas personas. Este se empieza a cultivar desde niño,
con el menosprecio al trabajo de las señoras de limpieza, obreros, entre otros.
De esta forma surge la iniciativa de colocarlo como trabajo de ‘cholos’. El subconsciente
acoge la palabra y empieza a crear relaciones,
tanto visuales como culturales, y estas relaciones se vuelven lazos
sociales, que tarde o temprano, empiezan a formar clases raciales. Con clases
raciales me quiero referir a lo que comúnmente llamamos ‘cholear’. Aquí en
Lima, cholear indica dos características: una es el calificativo racial, que
poco a poco en teoría ha ido desapareciendo según las enseñanzas de los grandes
mentores de la televisión nacional, y el otro, más importante a mí parecer, el
social, es decir, el menosprecio hacía la pobreza. Ahora la pobreza es la madre
de todo lo malo en Perú. Actualmente se piensa que la pobreza es la cuna de la
delincuencia, del trabajo ‘indigno’, de la mendicidad, y una lista interminable
de problemas sociales. Yo creo que la pobreza es la cuna sólo de la necesidad,
y es el instrumento de la crueldad que surge más ‘arriba’. La necesidad puede
conllevar muchas veces a la delincuencia; sin embargo, el poseer material lleva
a algo peor, lleva a la crueldad. Aquel que poseyendo infringe el bienestar de
otros es al que quiero llamar ‘cholo de mierda’. La lingüística demuestra que
la evolución del poder de las palabras es aquel que le dan sus usuarios, es por
ello que mientras sigamos usando la frase para referirnos a la misma condición
antes mostrada, la palabra seguirá teniendo ese valor. Es totalmente banal usar
términos ‘de diccionario’ (corrupto por ejemplo) para referirnos a personas que
realizan actos crueles, en el sentido que le estoy dando a la crueldad. Lamentablemente,
sacar este término de nuestro diccionario es imposible, pero si es posible
transformarlo a algo que merece más desprecio de nosotros. Se puede utilizar el
hecho de que el peso racial de la frase ha disminuido, y empezar también a
reducir la carga clasista que conlleva, sin eliminar el desprecio social de la
frase. Es una forma inteligente de ir desapareciendo el término ‘cholo’, una de
las palabras que más ira me causa, porque es la máscara del clasismo en su
máxima expresión. Una palabra ambigua que no se puede cambiar a pesar de los
años, y que ha creado dimensiones opacas a la realidad, incluso en mi propia
persona, que aún demora en abrir los ojos.
No existe
el trabajo indigno ni las razas superiores o inferiores. Son las creaciones más
estúpidas que han podido ser creadas, y que son razón de vergüenza de muchos,
incluyéndome. Lo único que existe es la persona, única y diferente a su manera,
y sus acciones, que terminan calificándolos.
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