sábado, 15 de diciembre de 2012

CHOLO DE MIERDA



Habrás entrado por el título. Lo habrás escuchado decir a tus padres, amigos, hermanos, entre otros. Pero hoy no es agradable, ni despectiva, ni un insulto. Es el lazo que socialmente se ha aceptado para encubrir al clasismo (racismo en otras palabras), que lamentablemente en nuestro país ha evolucionado fatalmente.

Un día simplemente estabas tranquilo por tu casa caminando y te robaron. Vas a Facebook y pones ‘choro de mierda’. Ya, estás molesto, son cosas que lamentablemente pasan. Te empiezan a preguntar qué pasó y, de pura casualidad, sale la siguiente palabra: “Un cholo de mierda fue”. Y sin darte cuenta, ya estás en esa cadena. Me gusta decir que mi país es biodiverso, con muchas formas culturales diferentes y fenotipos diversos, pero esto es una total mentira. La triste realidad es que el Perú ya no se puede analizar por la calidad de su gente y cultura, sino por clases. Si, clases, porque el Perú es un país clasista. No me quiero detener en definir el término, sino a plantear mi propia propuesta. Es una realidad que el ser humano busca su bienestar, y hay muchas formas para conseguirlo. Una de estas es ser más que otros. Esta forma de ser busca una posición privilegiada a los estándares, a costa de menospreciar el trabajo de otros o incluso a estas mismas personas. Este se empieza a cultivar desde niño, con el menosprecio al trabajo de las señoras de limpieza, obreros, entre otros. De esta forma surge la iniciativa de colocarlo como trabajo de ‘cholos’. El subconsciente acoge la palabra y empieza a crear relaciones,  tanto visuales como culturales, y estas relaciones se vuelven lazos sociales, que tarde o temprano, empiezan a formar clases raciales. Con clases raciales me quiero referir a lo que comúnmente llamamos ‘cholear’. Aquí en Lima, cholear indica dos características: una es el calificativo racial, que poco a poco en teoría ha ido desapareciendo según las enseñanzas de los grandes mentores de la televisión nacional, y el otro, más importante a mí parecer, el social, es decir, el menosprecio hacía la pobreza. Ahora la pobreza es la madre de todo lo malo en Perú. Actualmente se piensa que la pobreza es la cuna de la delincuencia, del trabajo ‘indigno’, de la mendicidad, y una lista interminable de problemas sociales. Yo creo que la pobreza es la cuna sólo de la necesidad, y es el instrumento de la crueldad que surge más ‘arriba’. La necesidad puede conllevar muchas veces a la delincuencia; sin embargo, el poseer material lleva a algo peor, lleva a la crueldad. Aquel que poseyendo infringe el bienestar de otros es al que quiero llamar ‘cholo de mierda’. La lingüística demuestra que la evolución del poder de las palabras es aquel que le dan sus usuarios, es por ello que mientras sigamos usando la frase para referirnos a la misma condición antes mostrada, la palabra seguirá teniendo ese valor. Es totalmente banal usar términos ‘de diccionario’ (corrupto por ejemplo) para referirnos a personas que realizan actos crueles, en el sentido que le estoy dando a la crueldad. Lamentablemente, sacar este término de nuestro diccionario es imposible, pero si es posible transformarlo a algo que merece más desprecio de nosotros. Se puede utilizar el hecho de que el peso racial de la frase ha disminuido, y empezar también a reducir la carga clasista que conlleva, sin eliminar el desprecio social de la frase. Es una forma inteligente de ir desapareciendo el término ‘cholo’, una de las palabras que más ira me causa, porque es la máscara del clasismo en su máxima expresión. Una palabra ambigua que no se puede cambiar a pesar de los años, y que ha creado dimensiones opacas a la realidad, incluso en mi propia persona, que aún demora en abrir los ojos.

No existe el trabajo indigno ni las razas superiores o inferiores. Son las creaciones más estúpidas que han podido ser creadas, y que son razón de vergüenza de muchos, incluyéndome. Lo único que existe es la persona, única y diferente a su manera, y sus acciones, que terminan calificándolos.