El ichu en las pampas frías de Villa Quicha logra hacerla recordar aquella memoria olvidada, perdida, que la ciudad le despojó. Un trozo inviolable de sentimientos inmanejables y misteriosos manejan a la ahora adulta Samantha, antes Asiri, hacia un mundo de sueños alejados de cualquier ambición occidental.
Con un trencito de juguete camina por aquel descampado, buscando aquella roca donde el anka le prometió que escondería un tesoro.
-¿Pero es que ya no quieres caminar, sabiendo lo que recibirás?- grita con intensidad Asiri, sin entender lo que está haciendo. Había dejado a su esposo, sus hijos, solo para encontrar un recuerdo vago, fantasioso, que le habría dejado aquella águila dorada, de 10 metros con las alas extendidas, debajo de una roca.
-Ahora estoy aquí, sin poder mover esta roca -se dice, sentándose al frente de una gran roca con forma de cuchillo incrustado a la tierra. Algo místico rodea aquella roca. El aire ha cambiado, algo no anda bien.
-Veo que volviste, warma Asiri, recuerda tu misión, ya no es necesario sufrir.- Dice una voz apagada, que inspira aquel respeto que en tiempos actuales ya no se puede conseguir. Enseguida, Asiri se desploma y se une a la tierra.
"No debí irme, ahora todo tiene sentido" La tierra tiembla.